9.9.10

Cuarto

Ese cuarto es mi refugio. Si, creo que sabes perfectamente a cúal me refiero, ¿no? Ese del piso de la calle  Felipe IV. Vamos, en esa calle donde guardo una infinidad de recuerdos: los dulces de la panadería que la empieza con ese dependiente que siempre intenta convencerme regalándome un trozo de un dulce nuevo, el periódico que le sigue con esa chica siempre sonriente y la floristería que alguna vez me ha salvado de ciertas urgencias. El que está en el número cuarenta y cuatro, el portal viejo sin ascensor que al principio nos mataba hasta llegar a mi 4ºD. Con su hall austero que te lleva a la cocina que ha sufrido cientos de experimentos míos. Y, por fin, al fondo a la derecha: el cuarto. Ha sido sinceramente mi refugio. Mi vía de escape a la vida que bullía incesante en todas direcciones pero me tenía que pedir permiso para entrar a ese cuarto. Ahí encontré la calma. Ahí encontré el amor, o tal vez sea mejor dicho que el amor me encontró a mí. En él me descubrí, me apoyé, me analicé y crecí. Fue dónde me desahogué de todo lo que me impedía continuar y dónde encontré soluciones a todo lo que creía que era un problema. Dónde luché por mantener lo que más me importaba y disfruté de cada uno de los placeres que me concedía. Donde caí en la mejor de las tentaciones hasta que se transformó en milagro, ya que un don así sólo debe de estar permitido en el cielo. Donde me enamoré hasta límites insospechados y me sorprendí día a día encontrando la felicidad en lugares que no creí hallarla. Amo sin duda a ese cuarto, y todo lo que él representa. Todo lo que tiene relación con él y le hace así ante mis ojos. Todavía recuerdo cuándo me mudé a él, lo recuerdo perfectamente. Fue un 8 de Mayo; y lo que tengo claro es que si hace falta me encadenaré a él, pero no pienso abandonarlo mientras sigan quedándome piernas con las que patalear y brazos con los que aferrarme. Sin duda alguna, éste es mi lugar.

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