-Sí -dijo Geralt, tocándose la frente-. Tienes razón, Istredd. A eso he venido. Sin duda
-Perfecto. Esto no puede seguir así. Hoy por fin me he enterado que, desde hace un par de años, Yenna va y viene entre nosotros como una pelota de trapo. A veces está contigo, a veces conmigo. Huye de mí, para buscarte a ti, y al revés. Otros, con lo que está entre medias, no cuentan. Sólo contamos nosotros. No podemos seguir así. Somos dos, tiene que quedar uno.
-Sí -dijo Geralt, sin separar las manos de la frente-. Sí... Tienes razón.
-En nuestra presunción -continuó el hechicero-, creíamos que Yenna elegiría sin vacilar al mejor. En cuanto a quién era el mejor, a ninguno de los dos le cabía duda. Hemos llegado hasta el punto de competir por ella como dos rapazuelos a base de argumentos y casi como inexpertos rapaces, también, hemos comprendido cuáles eran estos argumentos y qué significaban. Pienso que, al igual que yo, has estado dándole vueltas y sabes cuánto nos hemos equivocado los dos. Yenna no tiene la más mínima intención de elegir entre nosotros, incluso si aceptáramos que sabe elegir. Bien, tendremos que arreglar este asunto por ella. Por mi parte no pienso compartir a Yenna con nadie y el hecho de que hayas venido aquí demuestra que tú tampoco. La conocemos demasiado bien. Mientras seamos dos, ninguno puede estar seguro de ella. Ha de quedar uno. Lo has entendido, ¿verdad?"
La Espada del Destino
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