Anoche soñé que le veías. Sí, es cierto, anoche soñé que hoy quedabas con él, y le veías. Soñé e imaginé, con todo lujo de detalles, cómo esbozabas esa sonrisa que me conquistó al verle. Cómo por tu cabeza pasaba esa conversación desagradable que tuvimos y todavía seguía confusa. Estaba en tu cabeza mientras te planteabas si de verdad valía la pena arriesgar, si escoger entre el verano o el resto del año, si escoger entre lo conocido o lo que no sabrás si merece la pena conocer, entre lo seguro o probar, entre pizza o... arepas. Soñé cómo le mirabas, cómo no podías controlar ese cosquilleo que seguías sintiendo al verle, cómo observabas sus manos moviéndose con soltura, apoyándose en tu hombro para darte dos besos de saludo. Sentí en tu propia piel cómo un calor te cubría entera al sentir su mejilla en la tuya en el primer beso, y cómo no pudiste evitar girarte para el segundo dártelo en sus labios. Sentí cómo besaba. Cómo tus lengua recorría otros labios. Cómo te hacía vibrar, cómo te hacía estremecerse.. sentí cómo reaccionaba tus labios a otros, y nunca he llegado a sentir cómo reaccionan ante los míos. Soñé cómo tomabas la decisión, cómo acababa la tarde, y vi cómo te acostabas con él como si de un castigo se tratase. Lo vi. Lo vi con el corazón desgarrado. Y luego imaginé cómo te arrepentías, cómo hablabas conmigo sintiéndote culpable por haber hecho eso en el momento equivocado, sentí cómo te dolía haberme hecho daño y... desperté.
Esta mañana desperté llorando. Recordando cada imagen que mi imaginación me ha detallado de cómo le besabas. Recordando tu cara. Recordando tus palabras. Desperté confundiendo la realidad con el sueño, y susurrando... 'no te preocupes, te perdono'. Porque tú tomaste una decisión, pero yo también tomé la mía. Y casi me duele más la mía. Te perdono, sin duda. Te perdonaría... sin duda. Y eso, ni te hace bien, ni me lo hace a mí. Pero he vivido cómo te sentías y... créeme, te perdonaría.
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