-¿Nosotros? -A veces Jon se olvidaba de lo salvaje que era; en esas ocasiones ella se encargaba de recordárselo-. ¿Y cómo fue?
-Los dioses hicieron la tierra para que todos los hombres la compartieran. Pero luego vienen los reyes con sus coronas y sus espadas de acero y dicen que todo es suyo. Los árboles son míos, dicen, no os podéis comer las manzanas. El arroyo es mío, aquí no podéis pescar. El bosque es mío, nada de cazar. Mi tierra, mi agua, mi castillo, mi hija... no les pongas las manos encima o te las corto, pero a lo mejor si te arrodillas delanted e mí te dejo que lo olisquees. Decís que somos ladrones, pero al menos un ladrón tiene que ser valiente, astuto y rápido. Para arrodillarse sólo hacen falta rodillas.
-Harma y Saco de Huesos no vinieron aquí a buscar peces y manzanas. Roban espadas y hachas. Especias, sedas y pieles. Echan mano de toda moneda, anillo y copa enjoyada que encuentran, de los toneles de vino en verano y los de buey en invierno, y sea cual sea la estación cogen a las mujeres y se las llevan al otro lado del Muro.
-¿Y qué? Yo prefiero mil veces que me secuestre un hombre fuerte a que mi padre me entregue a cualquier debilucho.
-Eso dices tú, pero ¿cómo lo sabes? ¿Y si te secuestra un hombre que no te gusta nada?
-Para secuestrarme a mí tendría que ser rápido, astuto y valiente. Así que sus hijos también serían fuertes y listos. ¿Por qué no me iba a gustar un hombre así?
-A lo mejor no se lavaba nunca y olía peor que un oso.
-Entonces lo empujaría al río o le echaría un cubo de agua por encima. Además, los hombres no deberían oler a flores.
-¿Qué tienen de malo las flores?
-Si eres una abeja, nada. Pero para la cama yo prefiero una de estas
Ygritte hizo ademán de palparle la parte delantera de los calzones, pero Jon la agarró por la muñeca.
[...]
-Eres mío -susurró-. Eres mío, igual que yo soy tuya. Si tenemos que morir, moriremos. Todos los hombres mueren, Jon Nieve. Pero antes vamos a vivir."
Tormenta de Espadas.
George R. R. Martin.
George R. R. Martin.
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